martes, 1 de diciembre de 2009

Ingratitud


De todos los defectos humanos uno de los que más detesto es, sin duda, la ingratitud. Hace unos días fueron liberados los marineros del atunero Alakrana y felizmente todos ellos están sanos y salvos.
En los días siguientes se han ido sabiendo a través de los medios algunos detalles de la liberación y como han sido las reacciones de los implicados y de sus familias.
Vaya por delante que el sufrimiento que toda esa gente ha soportado ha tenido que ser sin duda alguna tremendo, y que no se lo deseo a mi peor enemigo. También es bien cierto que para la mayoría de nosotros los detalles de lo que ahí dentro ha ocurrido y lo que las familias han pasado sólo lo saben ellos. Ahora bien, no creo que sea un asunto de que los marineros y sus familias deban agradecer nada a nadie, allá cada uno con su forma de ser o incluso con sus creencias, pero lo que me resulta tremendamente indignante es que después de que el gobierno de España haya invertido una cantidad de recursos tremendos a lo largo de cincuenta y pico días, que haya movilizado a un montón de gente de varios ministerios y que éstos se hayan pasado días enteros con sus noches en la delicada, muy difícil, y por lo que se ve también ingrata labor de liberar a los secuestrados, ahora resulta que varios de los marineros vascos del Alakrana se dedican a criticar públicamente y con bastante crudeza la acción del gobierno; y mientras tanto, por cierto, nadie habla de la responsabilidad del armador en todo este asunto, teniendo muy en cuenta que el barco había sido advertido de que no entrará en esa zona de pesca porque estaba fuera del área de protección que les ofrecían nuestros barcos.

Vivivr para ver; adiós amigos.

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